EXPERIENCIAS

La evaluación en América Latina. Reflexiones de la I Conferencia Internacional de Evaluación


Evaluation in South America. Reflections on the first International Conference on Evaluation

Aníbal QUISPE LIMAYLLA

Profesor Investigador Asociado
Colegio de Postgraduados, Montecillo. Edo. de México


INTRODUCCION

ACERCA DEL SEMINARIO DE EVALUACION PARA AMERICA LATINA Y LA I CONFERENCIA INTERNACIONAL DE EVALUACION

LA EVALUACION EN MEXICO Y AMERICA LATINA

CONCLUSION

BIBLIOGRAFIA


INTRODUCCION

Estamos en una época en que en nuestro medio es cada vez común escuchar sobre evaluación. En el ambiente académico es quizá donde esto se percibe con mayor frecuencia. Profesores, administrativos y directores hablan de evaluación, pero no todos la practican ni existe un común denominador en su concepto ni quehacer. Sin embargo, el interés por la evaluación de parte de profesionales, políticos y público en general, ha ido en aumento.

Propiciar la práctica de la evaluación y desarrollar este campo del conocimiento es necesario, no sólo porque los gobiernos hayan introducido, como parte de su política de modernización el componente evaluación, sino porque constituye una forma de aprendizaje para poder actuar racionalmente y responder con eficacia a las necesidades de la sociedad.

A diferencia de los países industrializados, en los países en vías de desarrollo, la evaluación, como práctica y campo de estudio, ha sido poco desarrollada. Aunque informalmente la evaluación ha sido practicada desde tiempos históricos en los países latinoamericanos, formalmente fue introducida con énfasis desde mediados de la década de los ochenta (Kumar, K. 1995 y Mollis, M. 1994). Por esta razón, quizá, las experiencias y avances logrados en estos países han sido aún insignificantes, comparado con lo generado en los países desarrollados. Así lo demuestran los resultados de la 1 Conferencia Internacional de Evaluación llevada a cabo en la ciudad de Vancouver, Canadá, del 1 al 5 de noviembre de 1995.

Como resultado de nuestra participación en el Seminario de Evaluación para América Latina y la 1 Conferencia Internacional de Evaluación realizados últimamente en los Estados Unidos y Canadá, surgió la inquietud de compartir con el público interesado algunas experiencias e ideas y así contribuir al debate sobre la evaluación en nuestro medio. Para ello, hemos preparado este escrito en el que, primeramente ofrecemos una descripción panorámica y apreciaciones en torno a dichos eventos. Seguidamente hacemos un ligero análisis de la evaluación en México y América Latina, tratando de relacionarlo con los avances de la evaluación a nivel internacional y su importancia para con el desarrollo, para luego concluir con algunos planteamientos e ideas de cómo podemos contribuir al desarrollo de este importante campo del conocimiento y su práctica.

ACERCA DEL SEMINARIO DE EVALUACION PARA AMERICA LATINA Y LA I CONFERENCIA INTERNACIONAL DE EVALUACION

El Seminario de Evaluación para América Latina fue organizado y coordinado por el Centro de Evaluación de Western Michigan University y patrocinado por la Fundación W.K. Kellogg. Dicho Seminario tuvo lugar en diferentes lugares de los Estados Unidos y Canadá con diversas actividades del 23 de octubre al 11 de noviembre de 1995. El propósito del seminario fue propiciar la formación de cuadro para desarrollar actividades de evaluación en América Latina. En dicho evento participamos 15 profesionales de ocho países latinoamericanos (Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Guatemala, México, Perú y República Dominicana) de las áreas de educación, salud y agricultura. El seminario fue dirigido por el Dr. James R. Sanders, Director del referido Centro de Evaluación, quien es, a su vez, autor de varios libros sobre evaluación educativa.

La primera semana del Seminario tuvo lugar en Kalamazoo, Michigan, del 23 al 29 de octubre de 1995, durante el cual hubo disertaciones y debates sobre evaluación y sus aplicaciones. Lo más sobresaliente en esta semana fue lo relativo a las disertaciones del Dr. James R. Sanders, de quien recibimos sus conocimientos, experiencias y consejos. La segunda semana, del 30 de octubre al 5 de noviembre asistimos a la 1 Conferencia Internacional de Evaluación realizada en Vancouver, Canadá, sobre el cual se tratará más adelante. Por último, la tercera semana, del 6 al 10 de noviembre, el grupo visitó tres centros de evaluación en tres Universidades de los Estados Unidos: Colegio de Medicina de University of Illinois en Chicago; Colegio de Agricultura y Recursos Naturales de Michigan State University en Lansing; y del Colegio de Educación de Western Michigan University en Kalamazoo.

En estas visitas a las universidades conocimos los avances, no sólo en cuestiones de evaluación sino también en aspectos afines a este campo del conocimiento. La organización, la disciplina y el trabajo en equipo fueron los rasgos predominantes en estas entidades. Asimismo se notó la gran disposición, por parte de los directores, profesores, investigadores y demás miembros de estos centros, para compartir sus conocimientos y experiencias, así como el deseo de establecer comunicación y relaciones de intercambio académico. En los tres centros visitados se aprendió que la evaluación que se practica no es sólo para lo exterior, sino que sus trabajos y líneas están orientados también hacia lo interior, para mejorar sus programas académicos, administrativos y de servicios. Para con lo exterior, existe una marcada vinculación con la comunidad en cuanto a salud, extensión agropecuaria y educación formal y no formal, según la naturaleza de los centros.

En síntesis, de la visita a los tres centros de evaluación en salud, agricultura y educación, aprendimos que la evaluación en estas disciplinas está teniendo avances importantes tanto en lo metodológico como en lo teórico-conceptual. La evaluación en estos centros es entendida como un medio para aprender y mejorar organizadamente, antes que sólo juzgar o controlar. Así mismo, la evaluación es entendida como una componente esencial de las tomas de decisiones. En síntesis, podemos decir que, le evaluación en el país del norte se ha convertido en una industria creciente como disciplina e instrumento de administración del sector público y privado.

En cuanto a la 1 Conferencia Internacional de Evaluación en Canadá, primeramente haremos una breve descripción, en la cual se señalarán los aspectos relevantes para posteriormente remarcar algunas lecciones aprendidas.

La Conferencia Internacional de Evaluación fue organizada y patrocinada por la Sociedad Canadiense de Evaluación y la Asociación Americana de Evaluación (EE.UU.) en cooperación con la Sociedad Australo-Asiática de Evaluación, la Asociación Centroamericana de Evaluación y la Sociedad Europea de Evaluación. El evento se realizó del 1 al 5 de noviembre de 1995 en la ciudad de Vancouver, Canadá, bajo la denominación «Evaluación por un Nuevo Siglo con una Perspectiva Global». Previo a la Conferencia, los días 30 y 31 de Octubre, se llevaron a cabo seminarios de sesiones previas, como fue el caso del seminario sobre Experiencias Latinoamericanas en Evaluación. Este evento preconferencial fue organizado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y participaran representantes de los gobiernos de Colombia, Costa Rica y Honduras, así como de la Asociación Centroamericana de Evaluación, del BID y del Cuerpo de Paz del gobierno norteamericano. En el seminario, los conferencistas expusieron sus experiencias en evaluación. Los participantes de los Gobiernos de Colombia.

Costa Rica y Honduras y el BID abordaron temas en torno a la evaluación de la gestión y administración del Estado en un proceso de modernización de la administración e inversión pública. Los ponentes hicieron notar que la evaluación, como una componente importante de la planificación y gestión gubernamental de sus países, apenas se está iniciando. Así, los representantes de los tres países explicaron la naturaleza y razones de los recientemente creados sistemas nacionales de evaluación (Escobar S. 1995; Molina, G. 1995; y Solís, M.T. 1995).

En relación a la I Conferencia Internacional de Evaluación, como se dijo, está tuvo su inicio el 1 de noviembre y culminó el 5 del mismo mes. Según sus organizadores, esta reunión fue una de las más concurridas que hayan tenido los evaluadores. Asistieron a la Conferencia más de 1.700 personas de 64 países del mundo. Según el programa, se desarrollaron 364 sesiones que incluyó conferencias magistrales, paneles, mesas redondas, talleres de trabajo, reuniones de tópicos de interés, presentaciones de libros, revistas, posters, etc. El grupo de los conferencistas, ponentes y organizadores fue de 740 y tan sólo los ponentes sumaron 602 personas de 32 países. Sin embargo, al examinar a este grupo de ponentes según su procedencia, se observa que la gran mayoría (97,18%) fueron de los países desarrollados, destacando de los Estados Unidos y Canadá con el 64,28% y 20,93% respectivamente (Cuadro l).

Como puede verse en el Cuadro l, el número de ponentes de los países de América Latina fue escaso. Esto puede deberse mayormente a que en la región la evaluación es poco practicada y estudiada, lo cual sugiere que debe impulsarse su desarrollo.

Otro de los aspectos sorprendentes de la Conferencia fue lo relativo a la diversidad de temas y tópicos tratados en las sesiones. Para los propios organizadores esto fue impresionante y emocionante, por cuanto en un foro como éste, se reunieron expertos con diferente cultura de evaluación y experiencias, pero con similares deseos e intenciones de compartir aprender y proponer de cómo hacer la práctica de la evaluación más válida, útil y que enfoque su atención a los emergentes desafíos de la evaluación y las oportunidades.

Los temas de la conferencia, como refiere el propio programa, pueden agruparse en tres grandes tópicos: 1) Asuntos globales, 2) Lecciones aprendidas y 3) Rostros cambiantes de la evaluación. Entre los primeros, se incluyen las experiencias internacionales en la evaluación de los efectos de las políticas o programas que tratan con problemas del mundo, como salud, desarrollo sostenible, situaciones cambiantes de la mujer, medio ambiente, educación, capacitación para el trabajo en economías cambiantes, calidad del manejo de la industria, problemas sociales, problemas de los minusválidos, agricultura y desarrollo rural. Entre los segundos, se incluyen lo relacionado con las áreas tradicionales de la planeación, monitoreo y evaluación, como: educación, capacitación, organización de la funciones de la evaluación, métodos prospectivos y retrospectivos, maximización de la credibilidad de la evaluación, aseguramiento del uso de los resultados de la evaluación y entendimiento de la cultura política de la evaluación. Finalmente, entre los terceros se incluyen a los nuevos enfoques de evaluación que tratan de hacer que los métodos se adecuen al contexto de la cultura, habilidades y experiencias técnicas de los evaluadores, ejecutores y beneficiarios de los programas. Estos enfoques promueven la vinculación entre patrocinadores/donadores, organizaciones no gubernamentales, evaluadores, ejecutores de programas y participantes. Los nuevos métodos de evaluación y enfoques pueden hacer que los métodos tradicionales de evaluación sean más apropiados y efectivos.

En términos de áreas mayores de actividad o estudio, las ponencias sobre evaluación educativa tuvieron mayor predominio que aquellas en salud pública, gestión gubernamental, agricultura, administración empresarial, desarrollo comunal y otros.

Asimismo, la conferencia fue un foro donde no sólo se trataron temas diversos, sino también donde se promovió la discusión y la confrontación de posiciones teóricas, conceptuales, metodológicas, filosóficas e incluso ideológicas contrarias. Por ejemplo hubieron discusiones específicas sobre el uso de la teoría en evaluación, teoría y valores, teoría y conocimiento, teoría y práctica y metodológicamente sobre la evaluación cuantitativa y cualitativa, la evaluación formativa y sumativa, evaluación interna y externa, la evaluación macro y micro, la evaluación participativa y «tradicional», entre otros.

En síntesis, la I Conferencia Internacional de Evaluación fue un foro impresionante, no sólo por el número de participantes, sino por la diversidad, la novedad y la importancia de los temas abordados. Seguramente, esta gama de conocimientos y experiencias, contribuirá al enriquecimiento y avance de este joven campo del conocimiento y su práctica. Sin embargo, tal optimismo se restringe cuando observamos que en dicho foro la participación de representantes de los países en desarrollo fue muy limitada. Si bien tal escasa participación pudiera deberse a que la evaluación no sea una práctica común en estos países, es cierto también que los recursos económicos y financieros son escasos, no sólo para emprender acciones de evaluación y su estudio, sino también para participar en este tipo de eventos. Los resultados de esta clase de foros serán realmente exitosos si participaran representantes de todo el mundo. Asimismo, la evaluación estaría contribuyendo al desarrollo, uno de sus grandes propósitos, si su práctica y estudio fuera ejercido también en los llamados países pobres. Para superar tal debilidad, se requiere que se brinde el apoyo y se incentive su práctica. Como señalara un representante de la Agencia Norteamericana para el Desarrollo Internacional (USAID), «los países pobres no deberían ser negados en los recursos requeridos para que construyan sus capacidades de evaluación». (Kumar, K, 1995, p. 82).

LA EVALUACION EN MEXICO Y AMERICA LATINA

Como hemos señalado, la I Conferencia Internacional de Evaluación ha demostrado que la evaluación se ha convertido en una actividad de práctica y estudio frecuente. Pero, esto es mayormente en los países industrializados. Entonces, cuál es la situación de la evaluación en los países en desarrollo. En un intento de dar respuesta a esta interrogante, en esta parte del escrito haremos un breve análisis de la evaluación en México v América Latina.

Autores como Díaz, H. 1989; Feinstein, O.N. 1994 y Litwin E. 1994 señalan que la evaluación en América Latina es una actividad de práctica reciente. Los acontecimientos nos señalan que el inicio de su práctica así como el grado de avance, han variado según el campo de actividad. Por ejemplo, en educación, los primeros esfuerzos de evaluación se dieron en la década de los sesenta (CONAEVA, 1990; Díaz, B.A. 1994 y Litwin, E. 1994), y es éste quizá el campo donde la evaluación ha tenido mayor desarrollo. Otra de las áreas donde la evaluación ha tenido cierta presencia ha sido en agricultura y desarrollo rural. Según Feinstein, O.N. 1994: Balarezo, S. 1994, Granger, A. et. al. 1995 y Kumar, K. 1995, desde la década de los setenta se han realizado trabajos de seguimiento y evaluación en programas de desarrollo agrícola y rural. Otras áreas donde la evaluación ha incidido, han sido en salud pública desde la década de los setenta (Ander Egg, E. 1988), en administración de recursos y gestión gubernamental desde la década de los ochenta (Banco Mundial, 1994 y Quesnel, J.S. 1994), y en investigación igualmente desde mediados de los ochenta. (Borges, A.J. y Horto, D. 1995).

Sin embargo, aún cuando la práctica de la evaluación se había iniciado en la región desde hace décadas, no es hasta finales de los ochenta cuando la evaluación adquiere importancia para los gobiernos y algunos sectores de la población. Así, como parte de sus políticas de modernización que busca la calidad, eficiencia y excelencia, los gobiernos han introducido la componente evaluación en sus programas y acciones. Se reconoce que la evaluación «es un instrumento clave en el marco del proceso de modernización del Estado» (Ropert, D.M. 1995, p. l).

Si bien esta iniciativa oficial ha generado una discusión teórica, conceptual y metodológica de la evaluación, también ha motivado críticas, por el carácter político y los propósitos de la evaluación. Esto ha sido muy claro en relación a la evaluación educativa y particularmente de la educación superior. En México, Chile, Argentina son los países donde quizá el debate ha sido mayor, precisamente porque en estos países se dieron las primeras experiencias en la aplicación de políticas para modernizar la educación (Díaz, B.A. 1994; Follari, R.A. 1994 y Mollis, M. 1994).

En el caso de México, aún cuando los primeros esfuerzos de evaluación de la educación superior se dieron a partir de los inicios de la década de los setenta, la implantación de una política educativa hacia la educación superior, que tiene como uno de sus ejes la evaluación, se da a partir de 1988. El establecimiento de un programa global para la educación denominado PROGRAMA NACIONAL PARA LA MODERNIZACION EDUCATIVA 1989-1994, prioriza entre sus propuestas el establecimiento de un amplio programa de evaluación. Dicho programa plantea, como uno de sus principales lineamientos estratéticos y propósitos, la evaluación permanente de la educación superior y formula como meta la instalación y funcionamiento de la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación Superior (CONAEVA) en el seno de la Coordinación de la Educación Superior para la Planeación de la Educación Superior (CONPES). Dentro de esta coordinación participan la Secretaría de Educación Pública (SEP), la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) y el Concejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT). Posteriormente CONAEVA creó nueve comités interinstitucionales, cuyo objetivo general fue contribuir al mejoramiento de la calidad y eficiencia de la educación superior en México (CONAEVA, 1990).

Las funciones que se le asignan a CONAEVA consiste en concebir y articular un proceso de evaluación de la educación superior, sentar las bases para dar continuidad y permanencia al proceso de evaluación de la educación superior, proponer criterios y estándares de calidad para las funciones y tareas de la educación superior, atender a las cinco líneas de evaluación: desempeño escolar, proceso educativo, administración educativa, política educativa e impacto social; así como apoyar a las diversas instancias responsables de la evaluación (CONAEVA, 1990).

Para que el sistema de evaluación cumpliera con los objetivos, varias estrategias se implementaron: 1) la evaluación externa del sistema universitario; 2) la evaluación de las universidades a partir de una serie de indicadores; 3) la evaluación del personal académico; 4) la evaluación externa de los postgrados; 5) la evaluación externa de los proyectos de investigación para otorgar una asignación presupuestaria; y 6) propuestas para establecer exámenes nacionales de ingreso y egreso de las universidades (Díaz, B.A. 1994).

Se reconoce también que como resultado de las recientes experiencias en evaluación, éstas han permitido conformar un cuerpo sólido de conceptos y definiciones para orientar un nuevo esfuerzo evaluativo de carácter integral, permanente y dinámico. Así se concibe que la evaluación no es un fin en sí mismo, sino que adquiere su sentido en la medida en que apoya el desarrollo de este nivel educativo, la evaluación de la educación superior es un proceso continuo, integral y participativo que permite identificar una problemática, analizarla y explicarla mediante información relevante y que como resultado proporciona juicios de valor, que sustentan la consecuente toma de decisiones (CIEES, 1994).

Este esfuerzo oficial de establecer la evolución en sus programas y particularmente en los de educación, como referimos, ha motivado a ciertos sectores y personalidades a practicar y pensar entorno a su metodología, concepto, teoría e incluso filosofía y política. Sin embargo, su impacto aún ha sido débil. La revisión de algunos trabajos inéditos y algunas publicaciones refieren que la evaluación en las instituciones de educación superior ha sido esporádica, con fuerte énfasis en lo externo que lo interno, los resultados de las evaluaciones pocas veces son dados a conocer o publicados; es aún incipiente la masa crítica para impulsar la cultura de la evaluación; y lo preocupante es que aún cundo se hacen evaluaciones, los resultados son escasamente utilizados por los tomadores de decisiones.

Por otro lado, una de las críticas más fuertes que la evaluación de este período ha recibido, ha sido en el sentido de que «la evaluación educativa (de los últimos años) se ha constituido en un excelente instrumento para establecer una serie de prácticas de control sobre la actividad académica. Desde las prácticas de evaluación se busca establecer una nueva racionalidad del trabajo académico y se promueve una relación entre Estado e instituciones universitarias y entre autoridades universitarias y personal académico.» (Díaz, B.A. 1994 p. 21). El mismo autor señala que la evaluación de nuestros tiempos es un mecanismo eficaz para modificar el papel que asumía la Universidad en México, y orientarla hacia una perspectiva netamente productivista y pragmática; el mecanismo concreto de este proyecto está íntimamente vinculado a la asignación presupuestal y obedece a las soluciones del neoliberalismo vía conceptos como calidad de la educación, y excelencia académica.

En similar sentido y crítica a la formulada para el caso mexicano, autores como Duluk, S. y Petrucci, L. 1994; Follari, R.A. 1994; Mignone, E.F. 1994, entre otros, lo hicieron para los casos de la evaluación de la educación superior en Argentina y Chile.

Si bien en el campo de la educación, la evaluación ha tenido mayor impulso, en otras áreas, como la agricultura, desarrollo rural, gestión gubernamental, salud pública, entre otros, su práctica y desarrollo ha sido aún menor. Por ejemplo en agricultura y desarrollo rural, aún cuando los primeros esfuerzos se dieron desde los setenta, hoy en día es todavía poco común su práctica, a no ser que los organismos que financian los programas o proyectos establezcan como un requisito obligado la evaluación (Kaimowitz, D. 1994). Dentro de este campo, los conceptos comúnmente utilizados han sido los de seguimiento y evaluación. Estos conceptos y su práctica han sido introducidos por el Banco Mundial, la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), International Service for National Agricultural Research (ISNAR) y otros organismos regionales de fomento y promoción para el desarrollo agrícola y rural de la región (Casley, D.J. y Kumar, K. 1990 y Granger A. et al. 1995).

Sin duda, la práctica de evaluación en este campo también ha generado experiencias importantes y reflexiones pero sus resultados han tenido poco impacto. Prueba de ello, como lo señala Balarezo, S. (1994), es que existen todavía serias dificultades para diseñar y ejecutar proyectos. La misma autora reconoce que a pesar de que se hicieron distintas evaluaciones y estudios, los problemas de pobreza y atraso en la región, sobre todo en las áreas rurales, no han mejorado sustancialmente, por el contrario se han empeorado. Dentro de las dificultades de la evaluación aún no superadas se mencionan algunas. Por ejemplo, la falta de una conceptualización clara de las funciones de seguimiento y evaluación lo que genera su uso inapropiado; se carece aún de uniformidad en el uso de estándares e indicadores; el énfasis en la evaluación externa que interna y no participativa; predominio del ejemplo de métodos cuantitativos sobre los cualitativos; indefinición de los objetos y niveles de evaluación, entre otros (Kumar, K. 1995; Balarezo, S. 1994 y Kaimowitz, D. 1994).

Otra área en el cual la evaluación ha venido ganando presencia recientemente en la región, ha sido en lo relativo a la gestión y administración pública. Como resultado del nuevo orden internacional, de la emergencia de un nuevo paradigma de desarrollo económico y la necesidad de atención y revisión sobre el papel del Estado para mejorar la eficiencia y efectividad de la administración del sector público, organismos internacionales como el Banco Mundial Banco Interamericano de Desarrollo, la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo, entre otros, en los últimos años se han esforzado para promover el desarrollo de la evaluación en la región. Como parte de este esfuerzo se llevaron a cabo numerosos eventos, como son los seminarios regionales realizados en Quito 1993, Ecuador; San José, Costa Rica 1994; St. Michael, Barbados 1994 y últimamente en Vancouver, Canadá. Fruto de ello, en algunos países, como Colombia, Chile, Costa Rica, Honduras y México, la evaluación se ha institucionalizado, mientras en otros la evaluación tiene poca influencia sobre las decisiones en las instituciones públicas y las capacidades de evaluación no son la parte central para la toma de decisiones (Capitani de, A. 1994).

Lo que se ha pretendido con los seminarios fue promover el desarrollo de una cultura de evaluación en el Gobierno a través del establecimiento y fortalecimiento de uniones y sistemas de evaluación a nivel nacional. Esto con el fin de propiciar la eficiencia de los recursos públicos y acelerar la reforma del financiamiento público; en síntesis, modernizar las instituciones para crear las bases de una administración pública eficiente, de alta calidad y de orientación hacia los usuarios (Garnier, L., 1994).

En cuanto a los temas abordados en estos seminarios regionales, la mayoría fueron sobre aspectos metodológicos de evaluación, énfasis en la importancia de la evaluación dentro de la gestión y administración pública y en menor grado sobre aspectos teórico conceptuales y experiencias resultantes 1. Lo que destaca de estos seminarios es el señalamiento de que para el sector público la evaluación es uno de los más importantes recursos de aprendizaje o necesidad de retroalimentación para mejorar el funcionamiento del gobierno y realzar el manejo del sector público. Asimismo, se reconoce que el desarrollo de la capacidad de evaluación es un proceso a largo plazo, dificultoso y complejo y que para su desarrollo no puede ser tratado como un elemento adicional, sino que debe ser tratado como una parte integral de los programas de reforma del sector público de cada país (Capitani de, A. 1994).


1 Ver publicaciones de: Regional Seminar on Monitoring and Evaluation in Latin America and the Caribbean, Quito, Ecuador 1993, St. Michael, Barbados 1994, First Evaluation Seminar for Central America, Panama & the Dominican Republic, San José, Costa Rica 1994 y Pre-Sesion Seminar Latin American Experiences with Evaluation, Vancouver, Canada 1995.


CONCLUSION

En el escrito ofrecimos un panorámico análisis descriptivo de lo que fueron el Seminario de Evaluación para América Latina y la I Conferencia Internacional de Evaluación, así como de la situación actual de la evaluación en América Latina con el fin de hacer una reflexión. Mientras que en los foros referidos se observó avances importantes en diferentes aspectos de la evaluación, pero que estos se han dado mayormente en los países desarrollados, la evaluación en América Latina ha tenido poco desarrollo, aunque en los últimos años su fomento y práctica ha venido incrementándose. Por otro lado, hemos referido también que la situación dificultosa por la que atraviesa la región, exige que en todos los campos debe estar la evaluación. Es decir, la evaluación debe ser una tarea esencial en toda actividad; sin ella no sería posible responder eficazmente a las necesidades de la sociedad, ni aprovechar eficientemente los recursos para las cuales se destinan. Por lo tanto, ¿qué podemos hacer para que la evaluación se convierta en esa práctica cotidiana y se desarrolle como una disciplina del conocimiento? ¿Cómo se puede lograr para que la evaluación sea entendida que es un medio de aprendizaje organizacional y no una tarea impuesta desde fuera? y ¿Qué se puede hacer para crear o fortalecer la infraestructura existente para el desarrollo de una capacidad de evaluación en la región? En el intento de dar respuesta a estas interrogantes, a continuación ofreceremos algunas ideas.

Las experiencias internas de la región en evaluación y la de otras latitudes y sobre todo de aquellos donde la evaluación ha tenido mayor avance, nos sugieren algunas ideas para impulsar su desarrollo en nuestro medio. Si bien gran parte del fomento para la práctica de la evaluación ha venido por iniciativa de los gobiernos y organizaciones internacionales de promoción del desarrollo, corresponde ahora a la sociedad civil, sus instituciones y organizaciones a participar con mayor énfasis y creatividad para acrecentar su práctica y logros en el avance como disciplina. Así, los que ya venimos trabajando en evaluación, deberíamos dar a conocer a la sociedad en general nuestras experiencias y conocimientos; deberíamos propiciar espacios para intercambiar experiencias, ideas y conocimientos a través de reuniones de grupos, seminarios, simposium, talleres, etc. En complemento a ello, se debería crear una red de información y diseminación de resultados. Asimismo, se debería formar organizaciones tipo asociaciones o sociedades, según el área, para discutir y promover la práctica de evaluación y velar por su desarrollo. Para formar los recursos humanos y la capacidad de evaluación en la región, se debería crear centros de capacitación y servicios para ofrecer cursos, talleres, diplomados, etc. Establecer vínculos de intercambio entre organizaciones dentro del país y con las de otros países. Promover esfuerzos comunes con los políticos y expertos en evaluación. Crear formas para lograr recursos económicos y financieros para apoyar los esfuerzos de promoción y capacitación de recursos humanos en evaluación. Urge también definir los principios, estándares y criterios de evaluación en nuestro medio, que sean congruentes con nuestros valores, cultura y costumbres. En fin, hay mucho que hacer para lograr que la evaluación sea realmente un medio para aprender y mejorar nuestras actividades y responder con eficacia a la sociedad. Como alguien diría, en el desarrollo la teoría y la práctica deben vincularse estrechamente y entre ellas la evaluación es el presente necesario, porque el desarrollo en nuestros tiempos nos exige aprender continuamente y retroalimentar para hacer mejor las cosas.

BIBLIOGRAFIA