Los secretos de una buena comunicación profesional

La comunicación escrita de los profesionales

El libro «El sentido del estilo: la guía de escritura para el pensador del siglo XXI» de Steven Pinker es una obra  muy valiosa para los que quieren perfeccionar su comunicación escrita.

El libro nos revela las claves para mejorar la escritura y nos libera de ciertas creencias que están muy arraigadas sin contar con el debido fundamento.

Pinker nos alienta a conocer bien las reglas de nuestro idioma para exprimirlas a favor del mensaje que queremos comunicar, nunca para abdicar ante convenciones que no ayudan al entendimiento de lo que queremos expresar.

¿Una guía de estilo?

En cierto modo, el texto es la “guía no guía de estilo” por varias razones. Primero nos ofrece numerosos ejemplos de cómo muchas de ellas acaban incluyendo consejos poco afortunados. Después se sitúa en un lugar mucho más inteligente: renuncia a dar un decálogo que fosilice la capacidad creadora del lenguaje para dar algo mucho más valioso, criterios para responsabilizar y liberar al autor al mismo tiempo.

La obra es el regalo de un maestro que ha dedicado su trayectoria profesional a desentrañar el funcionamiento del lenguaje y del pensamiento. Su libro cristaliza el conocimiento  extraído de cientos de  investigaciones y lo transforma en prácticas recomendaciones, ejemplos y reflexiones para una comunicación eficaz.

La importancia del lenguaje escrito

Pinker nos desvela su motivación personal por el estudio del lenguaje. Para él, la comunicación escrita es el acto humano más singular de la especie. A diferencia del habla, no es un acto natural. El habla resuelve cuestiones reales a tiempo real. Sin embargo la escritura es, desde el principio, un artificio y no por ello es menos poderoso. Al contrario, la escritura extiende los conocimientos y las capacidades humanas hasta el extremo de construir el complejo mundo que conocemos.

La relación con el lector

Precisamente, uno de los secretos que nos revela Pinker es que la pieza clave sobre la que debemos pensar más  es acerca del tipo de relación, ficticia, que vamos a crear con nuestro lector.

La escritura siempre se asienta en un tipo de ficción: en qué situación se encontrarán el autor y el lector. La  naturaleza de la interacción entre ambos es la base sobre la que se  juzga lo que será adecuado, y lo que no, en un buen texto.

¿Ficción en textos profesionales? ¿Académicos? Pues sí, Pinker nos plantea que los manuales, las cartas, los posters, artículos de investigación están representando diferentes ficciones: el autor tiene que imaginar a sus alumnos, a sus colegas, a sus críticos, definir qué tipo de relación hay entre él mismo  y sus lectores antes de ponerse a escribir. Lo que se escribe después responde al tipo de ficción elegida, y debe ser coherente con ella.

La propuesta de Pinker es que la relación debe ser de igualdad, y la relación, una conversación entre amigos. La única diferencia entre ambos es que el autor conoce unos hechos que el lector todavía no conoce. Así, la labor del autor es describirlos de la forma más precisa e interesante posible para compartir esos hechos con el lector. Una vez comunicados, lector y autor, conocen la misma verdad.

La honestidad del autor debe llevar al lector hasta la verdad y además, esta verdad no se adquiere mientras se escribe: el autor debe conocerla de antemano.

La complicidad y la cooperación del lector

¿Porqué estas condiciones entre el autor y el lector? Pinker defiende que un buen texto debe ser el resultado de un esfuerzo previo del autor por organizar su pensamiento y un esfuerzo cooperativo del lector. Si el lector no encuentra algo nuevo que requiere su atención y sus capacidades no seguirá leyendo.

Esa complicidad con el lector es primordial: el interés del lector se acrecienta cuando se siente estimulado y entendido. El vocabulario debe ser comprensible,  estimulante, rico.  Las frases deben aportar profundidad y detalles. El texto debe ser organizado, proporcionado y coherente.

Los obstáculos del conocimiento experto

Pinker nos alerta sobre la denominada «maldición del conocimiento»: el hecho de que conozcamos una realidad en profundidad nos dificulta comunicar de forma satisfactoria sobre esta materia. ¿Cómo es posible que saber más sea un problema?

Por una parte, acceder a un conocimiento es un hecho que nos modifica para siempre. Ya no podemos volver al estado anterior, y por ello es difícil hacerse una idea aproximada acerca de lo que el lector conoce. La recomendación es que debemos pensar en ello , y al igual que un profesor dosifica las lecciones apoyándose en el conocimiento previo de sus alumnos, el experto debe pensar sobre lo que conoce y no conoce su audiencia.

Los conceptos que usamos los expertos

Por otra parte, el conocimiento profundo en una temática requiere usar un vocabulario propio y abstracto para manejar grandes cantidades de hechos y relaciones.  Una vez que adquirimos la habilidad de manejar estos conceptos, no reconocemos con facilidad que están basados en otros más simples. Lo mismo nos ocurre si observamos la Estrella de la Muerte construida por piezas Lego: nos cuesta reconocer las miles de pequeñas piezas que la componen, que unen unas partes con otras. Así, comunicar requiere la destreza de volver a ver las partes más simples de un concepto y ser capaz de ensamblarlas para el lector de forma comprensible y atractiva.

Las palabras zombis

Y para terminar con la maldición del conocimiento, Pinker nos destapa la inutilidad de numerosas comunicaciones académicas en las que predominan las palabras «zombis», expresiones manidas, vocabulario especializado, falta de coherencia y organización.

Las palabras que no aportan información son las palabras «zombis» que hay que eliminar en un buen texto. Muchos de los adverbios acabados en «mente» constituyen una barrera para la comprensión o la atención del lector: si de verdad son necesarios podemos probar a  sustituirlos por términos más precisos y más expresivos.

Conocimiento del lenguaje

Con respecto al uso correcto del lenguaje, Pinker deshace algunos mitos, como el uso indiscriminado de sinónimos: que para denominar una misma cosa cambiemos de palabras sistemáticamente puede desorientar al lector introduciendo aspectos que no son relevantes ni significativos. Tampoco parece muy eficaz descartar la voz pasiva. Pinker ironiza con las guías de estilo que lo recomiendan, precisamente haciendo uso en la misma frase de una voz pasiva «Se recomienda evitar las voces pasivas».

Los interesados encontrarán un buen número de recomendaciones acerca de cómo usar correctamente la gramática y la sintaxis, pero el consejo más importante es que el conocimiento del lenguaje aun siendo vital para una buena comunicación no debe comprimir al autor . El autor tiene la responsabilidad de pensar cómo usar ese conocimiento de manera coherente y expresiva para comunicar su mensaje.

Referencias

Pinker, S. (2019). El sentido del estilo: la guía de escritura para el pensador del siglo XXI. Madrid: Capitan Swing.

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Acerca de Chelo Gallardo, M-08687

Psicóloga social, desde 1996 en el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid promoviendo la difusión de la Psicología

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