PSICOTRÓPICOS Y TRASTORNOS PSICOLÓGICOS
Sus límites en el tratamiento del sufrimiento humano
…la píldora que os dan pasará mejor.
Mary Poppins
Maribel Gámez, Psicóloga Clínica y Psicopedagoga
Directora del Centro de Psicología Aplicada Maribel Gámez
Imaginemos a dos personas observando una puesta de sol, sentadas la una al lado de la otra. Se las ve tranquilas y relajadas, en un estado de ánimo propio de vacaciones. El acontecimiento les ha sorprendido después de una tarde charlando animadamente en la terraza de un café, en un mirador. Pasados unos minutos, si estuviéramos en esa terraza, en una mesa frente a ellas y de espaldas a la puesta de sol, veríamos sus rostros. Una muestra una tez relajada, una sonrisa amplia, comportamientos, en definitiva, identificables de serenidad y alegría. Sin embargo, si nos fijáramos en la otra, encontraríamos el contraste: tiene las mejillas mojadas de llorar, los ojos caídos y una mirada triste.
Metámonos en su pensamiento para entender esa diferencia en el comportamiento. La que está contenta cree que es un privilegio poder observar algo tan bonito como una puesta de sol y adelanta en su imaginación una conversación con su pareja acerca de lo bien que se sintió cuando compartió la experiencia junto a su amiga. Sin embargo, la otra persona piensa al observarlo que la vida es una sucesión finita de días que termina cuando uno muere y que, en su vida, ya han pasado muchos de esos días y que, por lo tanto, está más cerca que nunca de que la vida se acabe. Y esa idea le aterra y le entristece.
Si el miedo que siente la segunda protagonista es intenso y le genera dificultades para relacionarse, trabajar o ser capaz de cuidarse a sí misma, quizá busque ayuda para paliar estos síntomas en un profesional de la psicología. Es posible que arrastre su sufrimiento desde hace más de dos semanas y lo que experimente, junto con otros síntomas, sea coherente con un diagnóstico de depresión mayor.
Pero esta descripción de una persona que sufre es lo contrario a un caso aislado. Los problemas de salud mental son de carácter global y consumen una parte importante del Producto Interior Bruto (PIB) de los estados europeos. Según un informe de 2018 sobre el panorama de la salud mental en Europa publicado por la Comisión Europea y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), se estima que los costes sociales y económicos derivados de los trastornos mentales son muy significativos. Supusieron el 4% del PIB de la Unión Europea en el año 2015, es decir unos 600.000 millones de euros; y, si ponemos la atención en España, alcanzaron el 4,17%, es decir, unos 45.058 millones de euros [1]. Además, sabemos que con la llegada de la pandemia los trastornos mentales han aumentado en número y, por lo tanto, la necesidad de su tratamiento, sobre todo en niños y adolescentes [2].
La enorme afectación que estos problemas provocan en la población genera mucha investigación acerca de cómo acabar con un asunto que hace sufrir a millones de personas en todo el mundo y que cuesta mucho dinero. Es esperable que se busquen maneras de atajar el problema. Una de las propuestas de solución más reciente es la utilización de drogas como el MDMA (3,4-metilendioxi-metanfetamina, un derivado de la anfetamina) y la psilocibina, esto es, éxtasis y hongos alucinógenos, como terapia para algunos problemas de salud mental. La Agencia para la Administración de Alimentos y Medicamentos Americana (FDA) ha programado su aprobación para el tratamiento de los trastornos mentales dentro de muy poco: en el año 2024.
Sin embargo, Australia ya se le ha adelantado y el 1 de julio de 2023 estarán disponibles para este fin en este país [3]. Y es que diferentes estudios [4, 5 y 6] dicen que su ingesta provoca una mejoría en pacientes graves depresivos y también en la sintomatología de personas que han sufrido situaciones en la que su vida, o la de sus figuras próximas, se ha visto amenazada y, como consecuencia, experimentan un trastorno de estrés postraumático.
El MDMA aumenta la actividad de la serotonina, la norepinefrina y la dopamina e impide su recaptación, lo que provoca que haya una mayor cantidad de estos neurotransmisores en el espacio sináptico. La psilobicina es un agonista de la serotonina que aumenta el número de receptores disponibles para este neurotransmisor creando efectos antidepresivos y alucinógenos, lo que cambia el estado de ánimo de manera positiva y también tiene efectos beneficiosos en la cognición [5,6]. Por supuesto, no están exentas de efectos perjudiciales como la hipertermia con el consumo habitual de MDMA o fallos renales. También se ha demostrado que existe una degeneración selectiva de terminales serotoninérgicos, que se ha probado en ratas y primates [9].
Estos efectos son clave en la recuperación de algunos casos, pero no podemos esperar que sean una “cura”, entendida como el cese completo de los síntomas, porque los efectos farmacológicos de los psicotrópicos solo inciden en un aspecto o manifestación del problema. Una “cura” implica alterar el curso del trastorno, no solo sus síntomas, y para conseguir ese objetivo hay que tener en cuenta que la conducta humana compleja involucra otras variables que deben ser atendidas para conseguirlo.
De estas variables habla un artículo muy detallado de 2021 publicado en la revista “Frontiers in Psychiatry” titulado ‘Why Psychotropic Drugs Don’t Cure Mental Illness—But Should They?’ (‘¿Por qué las dogas psicotrópicas no curan las enfermedades mentales? – ¿Por qué deberían hacerlo?’), donde se critica el planteamiento biologicista de los problemas psicológicos y se resalta que la expectativa de que estos fármacos sean una cura para estos problemas no es realista.
Este paradigma, el biológico, explica los problemas psicológicos partiendo de la idea de que existe un fallo orgánico que genera los síntomas, una desregulación cerebral. Y que encontrado este desarreglo se puede solucionar el problema con la toma de fármacos que tengan el poder de regular lo que antes estaba desregulado. Para esto, se supone, es esencial encontrar las redes neuronales que generan los problemas psicológicos. Si estas redes cambian gracias a los fármacos, el problema también lo hará. Y, por lo tanto, se encontrará una “cura” para los trastornos mentales al estilo de las de los problemas médicos como, por ejemplo, los antibióticos curan una infección y la exposición a radiación el cáncer.
Los dos ejemplos anteriores no responden bien a lo que es la naturaleza de problemas psicológicos como la depresión o el estrés postraumático. Ideas, creencias y hábitos producto del aprendizaje idiosincrásico de cada persona son clave para encontrar la manera en la que alguien con depresión pueda salir de ella y no volver a experimentarla. El pensamiento y el lenguaje de un ser humano es otra red, esta vez de significados, a la que hay que atender.
Volvamos al inicio del artículo en el que se mostraba cómo cada una de las protagonistas tenía una interpretación diferente de lo que estaba viendo. Si no se cambia esa red de significados y cómo responde el organismo a ella, no se modificará el curso del problema, protegiendo así a esa persona de posibles recidivas. Si solo se trata la parte biológica del asunto, la parte aprendida quedará intacta con el poder de poder provocar respuestas inadaptadas en el paciente.
Si, en el ejemplo anterior, no ayudamos al paciente que ve el atardecer como atemorizante a gestionar aquello que piensa, a resignificarlo; es decir, a crear nuevos significados menos dolorosos o a aceptarlos si no pueden cambiarse, el sufrimiento continuará y puede generalizarse a otros estímulos similares. Si esa persona se aísla de los demás y no quiere compartir su sufrimiento puede perder habilidades sociales que le dificulten el contacto con los demás. La recuperación de estas habilidades o cómo resignificar un acontecimiento para que no genere tanto dolor es un trabajo que los psicotrópicos no pueden hacer y que es clave para la recuperación de una persona que sufre un trastorno psicológico.
Ese es el camino de inicio para el cambio de los problemas psicológicos en los pacientes en psicología: detectar aprendizajes desadaptativos para la persona, con el fin de comenzar un proceso en el que se desaprenden hábitos para aprender, a continuación, otros nuevos más adaptativos y útiles. La acción de los psicofármacos es otro punto de inicio para ayudar a la persona que sufre a gestar el cambio, pero no es la única. Por lo menos no hasta que se inventen fármacos que sean capaces de hacer el trabajo de un psicólogo, que es realizar un cambio de hábitos a través también del lenguaje y la acción en terapia.
Es por ello que el modelo biopsicosocial es el único capaz de responder a los problemas tales como la depresión o los trastornos ansiosos que tenemos los seres humanos. Desde una perspectiva que incluya, primero, aquello con lo que nacemos, es decir la parte biológica; segundo aquello que aprendemos, nuestro repertorio de conductas creado a través del aprendizaje; y, tercero, comprendiendo la sociedad y el contexto en que el humano en cuestión está inserto podremos abordar los trastornos psicológicos con éxito. Incluso en el ámbito médico este modelo se viene considerando para de dar una respuesta integral donde se contemple la posibilidad de una cura también para las enfermedades físicas. Para ello, los profesionales de la salud tenemos que funcionar como una red que dé una respuesta individualizada, coordinada y completa a la persona que sufre.
En el trabajo de prevención es en el que hay que hacer hincapié para disminuir el sufrimiento de la población y el gasto de los países en salud mental. Las personas que desarrollan un problema psicológico como la ansiedad, la depresión o una enfermedad mental grave como la esquizofrenia, han carecido de estrategias de manejo de las situaciones vitales de estrés o indefensión. La educación temprana en variables de protección, es clave para disminuir el número de personas que sufren estos problemas. [10].
Y también habría que intervenir a nivel social, por supuesto, para evitar situaciones de pobreza, marginación o violencia que lógicamente generan estrés y facilitan el desarrollo de problemas psicológicos. Esa es la parte social del problema que debe ir de la mano con la biológica y la psicológica para encontrar una solución que ambicione ser permanente. Pero esta aproximación excede el marco del presente artículo y debería ser objeto de otro.
Bibliografía
[3] Australia, el primer país del mundo en aprobar sustancias psicodélicas para su uso médico.
[6] Post-traumatic stress disorder treatment with psychedelic drugs. (s/f). NYU Langone Health.
[10] De Políticas, I. E. Y. O. (s/f). Prevención de los Trastornos Mentales. Who.int.
Interesante, gracias.