Una situación de emergencia o catástrofe supone la aparición de una serie de reacciones psicológicas en las personas afectadas. Es una situación inesperada, ante la cual activamos diferentes mecanismos de afrontamiento. Para la mayoría de personas, estas experiencias son vividas como sucesos traumáticos. Por ello, es frecuente escuchar la creencia de que toda persona que ha sido víctima de una catástrofe, tiene una alta probabilidad de desarrollar Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Este trastorno puede darse tras la vivencia (directa o por observación) de un acontecimiento traumático en el que está en juego la vida de personas.
Sin embargo, los estudios de los últimos años sobre situaciones de emergencia, revelan que esa idea no es del todo cierta. Como veremos a continuación, existen diferentes factores que influyen en el desarrollo o no del TEPT.
Madrid, 2004
Son muchos los autores que investigaron sobre los efectos psicopatológicos tras el atentado del 11-M en Madrid. Encontramos que, a corto plazo, es frecuente la aparición de sintomatología asociada al TEPT. Principalmente, reexperimentaciones sobre lo sucedido en forma de flashbacks o pesadillas junto a intensas reacciones de ansiedad (alta activación fisiológica, miedo, preocupaciones…) y evitación de situaciones o estímulos relacionados con el acontecimiento. Sobre todo en las víctimas y allegados de heridos y familiares. Fraguas et. al (2006) y Gabriel et. al. (2007), revelan que entre el 40 y el 44% de los heridos por los atentados llegaron a desarrollar TEPT.
Mientras que en la población general de la zona y el personal de intervención, los síntomas de TEPT atribuibles a los propios atentados, coinciden con la prevalencia de dicho trastorno en la población española, según el estudio de Haro et. al. (2006); que la sitúan en torno al 2%. Además, en todos los casos se produce una diminución de la sintomatología a medio y largo plazo, principalmente significativa si tenemos en cuenta los datos de estos últimos dos grupos.
Chile, 2010
En el caso de desastres naturales, como el terremoto de Chile, el porcentaje de personas que desarrolló TEPT es menor. Un estudio de Leiva-Bianchi, Baher y Poblete (2012), nos indica que seis meses después del desastre, el 29% de la población Chilena presentaba síntomas de TEPT.
Como podemos observar, los estudios indican que la mayoría de las personas que han experimentado o presenciado un acontecimiento traumático no informan de trastornos clínicos significativos relacionados con el trauma (Bonanno, 2004; Bonanno, Brewin, Kaniatsy y La Greca, 2010).
Entonces, ¿qué es lo que influye en que no todas las personas que viven una experiencia traumática desarrollen TEPT?
En los últimos años, las investigaciones se han centrado en los conceptos de resiliencia y crecimiento postraumático. En psicología, se define como resiliencia a la capacidad de adaptación y recuperación de una persona ante el daño sufrido por un acontecimiento determinado. A su vez, se considera crecimiento postraumático a la experiencia subjetiva de cambio psicológico positivo tras la vivencia de un suceso traumático. Para que este se de, es necesaria la presencia previa de emociones intensas desagradables (Vázquez, Castilla y Hervás, 2009). Tedeschi, Park y Calhoun en 1998, identificaron que el Crecimiento Postraumático conlleva el sentido de que la vida brinda nuevas posibilidades, incrementa el valor de la misma y la fortaleza personal, fortalece las relaciones personales y provoca cambios espirituales positivos.
¿Qué favorece el desarrollo de la Resiliencia y el Crecimiento Postraumático?
Páez, Vázquez y Echeburúa (2012) informan de varios factores que facilitan la aparición del crecimiento postraumático. Entre ellos, encontramos la necesidad de distanciarse afectivamente del suceso traumático, la existencia de recursos sociales de apoyo, ser optimista y tener un alta capacidad de aceptación y reevaluación positiva como afrontamiento adaptativo.
En el estudio publicado por García, Reyes y Cova en el año 2014, a raíz del terremoto de Chile, investigaron el papel del optimismo y su influencia en el bienestar y el crecimiento postraumático, tras sobrevivir a un desastre natural.
Los autores afirman que “el optimismo podría estar jugando un rol moderador que disminuye el impacto de las condiciones de vulnerabilidad sobre la satisfacción con la vida de los afectados.”
Por otra parte, también confirman la relación positiva entre optimismo y crecimiento postraumático; en la medida que facilita que las personas puedan percibir cambios positivos a partir de una experiencia que interfirió en sus vidas, interpretada previamente como traumática.
El afrontamiento colectivo se considera otro factor que influye en la reconstrucción del bienestar (Villagrán, L., Reyes, C., Wlodarczyk, A. y Páez, D.; 2014).
Las acciones sociales colectivas tras hechos traumáticos “favorecen la expresión y compartimiento emocional, permiten percibir un clima emocional positivo de esperanza, aunque también de enojo y motivación a la acción, y tienen efectos positivos para el estado de ánimo y la salud, al otorgar un sentido de mayor integración social”, según Páez et. al. (2011) y Rimé (2012).
Las investigaciones indican que las personas resilientes son más optimistas y se caracterizan por utilizar las emociones positivas como estrategia de afrontamiento. Además, hacen frente a experiencias traumáticas utilizando el humor, la exploración creativa y el pensamiento optimista (Fredrickson y Tugade, 2003).
Pautas para un Primer Apoyo Emocional.
Desde la Psicología de Emergencias, se proponen pautas dirigidas a la población general con el fin de promover la resiliencia en las personas afectadas por una situación traumática; como la necesidad de que escuchemos de manera activa, mostremos comprensión y aceptación ante sus emociones, y promovamos su funcionamiento independiente, entre otras. Fueron elaboradas por el Grupo de Trabajo de Psicología de Emergencias (GECOP-M) del Colegio, y publicadas en este blog. Puedes acceder a la publicación haciendo clic aquí.
Referencias bibliográficas
- García-Vera, M.P., Labrador, F. J. y Larroy, C. (2008): Ayuda psicológica a las víctimas de atentados y catástrofes. Guía de autoayuda y pautas de intervención psicológica elaboradas tras los atentados del 11-M. Madrid: Editorial Complutense.
- García, F. E., Reyes, A. y Cova, F. (2014): Severidad del trauma, optimismo, crecimiento postraumático y bienestar en sobrevivientes de un desastre natural. Universitas Psychologica, vol. 13 (2), 575-584.
- uarrizaga, I. (2004): Efectos de la exposición a eventos traumáticos en personal de emergencias: Consecuencias psicopatológicas tras el atentado terrorista del 11-M en Madrid. Revista Ansiedad y Estrés 10 (2-3), 207-217.
- Páez, D., Vázquez, C. y Echeburúa, E. (2012): Trauma social, Afrontamiento Comunitario y Crecimiento Postraumático Colectivo. En M.J. Carrasco y B. Charro (Eds.) Crisis, vulnerabilidad y superación. Madrid: Eds. Universidad de Comillas.
- Vera, B., Carbelo, B. y Vecina, M.L. (2006): La experiencia traumática desde la Psicología Positiva: Resiliencia y Crecimiento Postraumático. Papeles del Psicólogo Vol. 27 (1), pp. 40-49.
- Villagrán, L., Reyes, C., Wlodarczyk, A. y Páez, D. (2014): Afrontamiento comunal, crecimiento postraumático colectivo y bienestar social en el contexto del terremoto del 27 de febrero de 2010 en Chile. Revista Terapia Psicológica Vol. 32 (3), 243-254.
Estoy de acuerdo con el autor. Quisiera comentar que, en mi experiencia;
desde que incluimos pruebas psicométricas en mi organización, hemos recibido mejores resultados con el personal; pues hemos podido contratar equipos más
capacitados para el cargo, y con aptitudes que aportan mucho a toda el área.
Gracias infinitas por compartirnos esta información