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A fondo: menores víctimas de violencia de género, el resultado de un continuo

08/01/2015 | PSICOLOGÍA Y SOCIEDAD


Ante el alarmante incremento de casos de violencia hacia mujeres y niñas y niños acaecido en estos últimos meses, el Grupo de Trabajo Menores Víctimas de Violencia de Género del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid quisiera expresar el apoyo a las víctimas de los recientes acontecimientos de violencia machista: asesinatos, violaciones y secuestros de menores; así como nuestra preocupación por lo que constituye un problema de salud pública.

La violencia ejercida sobre mujeres y menores en sus distintas formas (abuso de menores, violencia psicológica, física, sexual, económica, simbólica) es el resultado de un sistema social desigual y no es un hecho anecdótico ni aislado.

Todos los hechos que se han dado a conocer recientemente -violaciones, agresiones sexuales, secuestros, abusos- son muestras de un continuo cuyo más lamentable fin es el asesinato machista. En lo que llevamos de año, hasta el 22 de diciembre, fecha en la que se escribió este artículo, han sido asesinadas 51 mujeres y 6 menores, y no sabemos cuántas mujeres y cuántos menores viven bajo malos tratos y amenazas continuadas. La violencia sexual es una manifestación más del sistema patriarcal que, a pesar de darse de forma más intensa en el ámbito privado, atemoriza a millones de mujeres desde la niñez como forma de control social del espacio público.

La violencia de género no se da solo con la pareja o expareja. Los comentarios que sufrimos las mujeres en la calle a través de «las miradas halagadoras, piropos o gestos sobre nuestra imagen» es acoso, y el acoso es violencia de género.

Culpabilizar a la mujer como la responsable de una agresión sexual callejera por la forma en la que iba vestida, es violencia de género.

Mensajes sexistas y segregadores a nuestros niños y niñas perpetúan las diferencias, y eso es violencia de género.

Estamos expuestas a la opinión pública y esta se convierte en crítica tanto por nuestra imagen como por nuestros comportamientos o actitudes. Las mujeres y niñas en los medios de comunicación a menudo son presentadas como pasivas, víctimas, o en roles hipersexualizados, pocas veces como mujeres empoderadas.

La idealización del amor romántico se convierte en el caldo de cultivo que permite y mantiene la violencia de género, sobre todo en las mujeres adolescentes, quienes son un sector especialmente vulnerable a las relaciones de violencia.

Todos estos mandatos culturales no quedan regulados legislativamente. En muchos casos no puede denunciarse a un agresor en concreto, y sin embargo su efecto en las mujeres, así como en el desarrollo diferencial de niños y niñas, hace que se perpetúe la desigualdad de género y se favorezca el florecimiento de nuevas relaciones maltratantes. De la misma forma favorece la aparición de determinadas patologías que están estrechamente relacionadas con el papel que las mujeres ocupamos en la sociedad: trastornos del comportamiento alimentario, depresión, ansiedad, somatizaciones, entre otras (Burin, 1987).

Es importante que, como profesionales de la Psicología, seamos capaces de identificar los efectos y el impacto emocional que tienen los mensajes que las mujeres recibimos dentro de una sociedad patriarcal, que nos llenan de exigencias para convertirnos en buenas madres, hijas y esposas. También es necesario realizar una labor preventiva desde el ámbito educativo partiendo de un currículo que fomente valores igualitarios.

Los menores son considerados víctimas y supervivientes de violencia de género cuando han sido expuestos a malos tratos directos: palizas, vejaciones, humillaciones, negligencia... Nosotras también consideramos maltrato ser testigos de agresiones hacia la madre, ya que para el menor es la figura principal de referencia en la mayoría de los casos y cuando esta es dañada en el niño o niña se produce una inseguridad básica que afecta a su desarrollo.

Los menores que han vivido algún tipo de abuso sexual y malos tratos físicos y psicológicos comparten sintomatología y en muchos casos secuelas: síntomas somáticos, problemas de sueño, alteración del apetito, alteración de las relaciones sociales, estilos de apego inseguros, fobias, dificultad en el control de impulsos, estrés postraumático... Entre las secuelas a largo plazo se encuentra la posibilidad de desarrollar patologías como el trastorno obsesivo compulsivo, trastornos de la conducta alimentaria o problemas relacionales derivados del daño ocasionado en el vínculo en edad temprana (Wolak y Finkelor, 1998), si bien es cierto que muchos estudios afirman que con intervención psicoterapéutica se favorece el desarrollo de la resiliencia de los menores (Barudy y Dantagnan, 2005)

Desde nuestro grupo de trabajo, atendiendo a todas estas razones y por la experiencia clínica de nuestras integrantes, consideramos que es indispensable contar con la implicación efectiva de las instituciones en la prevención y recuperación del daño provocado a estos menores. Para ello sería necesario destinar recursos suficientes para la intervención con los menores supervivientes de violencia de género y garantizar el mantenimiento de los tratamientos llevados a cabo, que muchas veces están sujetos a cambios por la inestabilidad de las subcontratas y la adjudicación de proyectos públicos. Esta inestabilidad produce una inseguridad en el vínculo que en muchas ocasiones puede poner en juego la validez terapéutica de la intervención con niños y niñas cuyo sistema de apego ya se ha visto amenazado por la situación de violencia. Por tanto, la correcta aplicación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LIVG) y la dotación de recursos es fundamental. Consideramos así mismo muy importante ampliar el concepto de violencia de género e incluir en su definición a los menores que han sufrido violencia sexual.

Otro punto importante a tener en cuenta es la revictimización de mujeres y menores en los procesos judiciales y en los medios de comunicación. Tanto víctimas de abuso sexual como de violencia de género relatan experiencias de revictimización cuando son cuestionadas en el proceso judicial. Los menores deben contar en repetidas ocasiones lo que han vivido a policías, personal judicial, profesionales sanitarios, psicólogos y en ocasiones medios de comunicación. El tratamiento que estos últimos hacen de la información puede contribuir a la estigmatización de la persona superviviente de maltrato y dificultar su proceso de resiliencia. Es por esto imprescindible que los medios de comunicación lleven a cabo su labor de forma responsable, no haciendo un «espectáculo» de la violencia física o sexual, y que cuenten con expertos en la materia para poder difundir con rigor los hechos y repercusiones.

De la misma manera es fundamental que la sociedad entera se responsabilice de la violencia machista en todas sus formas como un problema de salud pública y que políticamente se tomen responsabilidades para su erradicación.

 

Grupo de trabajo del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid

«Menores Víctimas de Violencia de Género»

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