La mayoría de los comportamientos de nuestro hijo/a adolescente son evolutivamente normales, a pesar de que puedan sacarnos de nuestras casillas, algunos de ellos como los primeros suspensos, los primeros contactos por querer experimentar con el alcohol, etc.
Que sean normales no quiere decir que no haya que limitar estos comportamientos. Al igual que era normal una rabieta en nuestro hijo/a de 2 años, no quiere decir que no lo tuviéramos que manejar con estrategias para que fueran disminuyendo. Aparecerán comportamientos para negociar, dialogar e incluso, en ocasiones castigar, pero siempre dentro de una relativa normalidad.
Teniendo en cuenta que aparecerán comportamientos de necesidad de intimidad, de querer estar con los amigos y esto no ser problemático en sí.
Hay que mostrarse observadores y expectantes ante cambios muy bruscos de comportamientos asociados a mentiras, hurtos, agresividad, aislamiento, tristeza y esto empieza a afectar a áreas diferentes de su vida: escolar, familiar, social y nos es muy difícil reconducirlo, mostrándose así con frecuencia y una duración relativamente larga. Para ello, es importante consultar con un psicólogo/a que nos ayude a determinar qué dificultad es la que puede estar sufriendo nuestro/a hijo/a.