ÍNDICE
1.- INTRODUCCIÓN
2.- LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO. EL PROCESO DE DUELO
2.1.- REACCIONES PSICOLÓGICAS DEL DUELO
3.- DUELO Y CORONAVIRUS
3.1.- CARACTERÍSTICAS DE ESTE TIPO DE DUELOS
3.2.- RECOMENDACIONES Y ESTRATEGIAS ANTE ESTE TIPO DE DUELO
¿CÓMO ME SIENTO?
¿CÓMO ME ENFRENTO A ESTA SITUACIÓN?
UNA VEZ PASADA ESTA CRISIS SANITARIA…
¿CUÁNDO PEDIR AYUDA A PROFESIONALES DE SALUD MENTAL?
4.- CONCLUSIÓN
1.- INTRODUCCIÓN
Las pandemias son emergencias sanitarias en las que se ve amenazada la vida de las personas y causan un número elevado de enfermos y fallecidos. Al igual que otros eventos catastróficos, son también verdaderas tragedias humanas y, por tanto, es necesario atender la aflicción y las consecuencias psicológicas.
Desde la perspectiva de la salud mental, una pandemia implica una perturbación psicosocial que puede sobrepasar la capacidad de afrontamiento de la población afectada. Por ello, ante esta nueva realidad de pandemia mundial y situación de crisis, hemos de ser conscientes de que se está generando y se generará, en una gran parte de la población, un gran impacto psicológico y emocional, con consecuencias en nuestra salud mental, estimándose un incremento de la incidencia de trastornos y dificultades psicológicas y psiquiátricas.
Uno de los aspectos más duros de esta situación, es la imposibilidad que tenemos de estar con el familiar enfermo en sus últimos momentos de vida, como consecuencia de la distancia social que hay que mantener por seguridad.
Esta circunstancia puede favorecer que el proceso de duelo sea más complicado, por la sensación de no haber podido apoyar al familiar enfermo, de no haber podido despedirnos.
Cuando nos ocurre una experiencia tan impactante emocionalmente, repentina, para la que no estamos preparados, es normal que sintamos emociones de manera muy intensa y cambiantes a lo largo del día, puede ser tristeza, enfado, irritabilidad, nerviosismo, unas ganas inmensas de llorar. También a nivel físico podemos notarnos doloridos, cansados. Podemos sentir que no tenemos ganas de hacer nada y reducir así nuestra actividad. Todas estas reacciones son normales, te están ocurriendo en una situación especialmente dolorosa.
Ante dicha situación que nos asola, el grupo de Urgencias, Emergencias y Catástrofes del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid se siente en la necesidad de prestar atención especial a estas personas, a estas familias que no han podido despedirse de sus seres queridos debido a la situación provocada por el Covid-19, desde la perspectiva del denominado “duelo ambiguo” o “duelo sin abrazos”, haciendo hincapié en las recomendaciones y pautas que aquí desarrollamos.
2.- LA PÉRDIDA DE UN SER QUERIDO. EL PROCESO DE DUELO.
Son muchas las circunstancias que hacen difícil enfrentar un proceso de duelo. En general, pero especialmente en grandes catástrofes, como es esta pandemia mundial, la población se enfrenta a muchas pérdidas, y el duelo cobra un sentido más amplio y comunitario, implica la ruptura de un proyecto de vida, con una dimensión no sólo familiar, sino también social, económica y política.
2.1 REACCIONES ANTE UNA PÉRDIDA.
El duelo, como decimos, no es una enfermedad, sino un proceso natural de respuesta ante una pérdida significativa para la persona, y aunque inicialmente es doloroso, las reacciones de duelo son respuestas saludables y adaptativas. Para poder afrontarlo de forma más eficaz necesitamos entender su significado y posibles reacciones, dependiendo del momento, siendo conscientes que estas reacciones ayudan a suavizar el impacto de la realidad de la pérdida y que no todos vamos a experimentar las mismas, ni de la misma manera
• Aturdimiento y choque.
Esta es una de las primeras reacciones que suelen experimentarse al conocer la pérdida de un ser querido, teniendo en cuenta que en este momento partimos, en ocasiones, de no tener información de la persona hasta que nos comunican el fallecimiento. Ese impacto causado por la noticia, amenaza nuestra capacidad de respuesta organizada.
En estos momentos, puede aparecer una gran activación fisiológica, que puede llegar a manifestarse mediante el aumento del ritmo cardiaco y respiratorio (taquicardia, mareos), sudoración, opresión torácica, temblores… que se añade a la que ya teníamos por la incertidumbre de la situación. Podemos tener episodios de hiperactividad o hipoactividad.
Puede que la capacidad de concentración, la atención y la memoria se vean limitadas, lo que afecta a nuestra toma de decisiones y a la realización de determinadas tareas. Puede existir una sensación de irrealidad. Pueden asaltarnos pensamientos de tipo: “no es cierto”, “es un sueño y despertaré”, “esto no me puede estar pasando…”.
Emocionalmente puede haber sensación de confusión, desesperación, tristeza, culpabilidad, angustia, miedo y ansiedad. La variedad de emociones puede ocasionar sentimientos de “embotamiento emocional”, con incapacidad de sentir y de llorar; otras personas pueden expresarlo a través de llantos o gritos.
Es normal una oscilación entre la expresión y la inexpresión, entre la palabra y el silencio. Hay una gran variedad de respuestas y todos ellas son normales.
• Evitación y negación.
Transcurridos los primeros momentos, cuando tomamos conciencia de la pérdida y empezamos a sentir la realidad de la ausencia, se pueden desarrollar una serie de respuestas de afrontamiento de la situación, cuya finalidad es protegernos de esa realidad.
En algunas personas empiezan a aparecer respuestas de evitación, como negar los hechos o minimizar la importancia, mantenerse activos para manejar la sintomatología... Estas estrategias promueven una asimilación progresiva de la realidad, es decir, pueden servir como barrera protectora ante el dolor, apartando de la conciencia recuerdos o pensamientos incómodos, sensaciones dolorosas…. Hay una dificultad para entrar en contacto con el dolor y hablar de la pérdida.
• Resistencia a la realidad.
En muchas ocasiones se produce una resistencia a aceptar que el ser querido ha fallecido. Aunque pueden existir diferencias individuales, normalmente la persona se encuentra en un estado de alteración psicológica. Es normal que se sienta tensa, irritada o que aparezcan manifestaciones de ansiedad generalizada, tristeza profunda, sentimientos de culpa que pueden ir dirigidos hacia uno mismo por no haber prestado más atención, no haber procurado más cuidados, no haber demostrado suficiente cariño, o por el alivio que se siente inevitablemente al liberarnos de una responsabilidad que nos angustiaba (por ejemplo, tras procurar los cuidados necesarios tras una larga enfermedad), o simplemente por estar vivo y que la otra persona ya no lo esté. En ocasiones, estas emociones pueden también dirigirse hacia otras personas o instituciones, por no haber prestado los cuidados o atenciones que hubiesen podido salvar la vida de la persona fallecida.
• Aceptación, conexión e integración.
Progresivamente vamos aceptando la realidad de la pérdida y estamos más preparados para enfrentarnos al dolor que nos causa. La respuesta de evitación y negación van reduciéndose. Hay una mayor tolerancia al dolor y aceptación de la pérdida.
Hay una gran necesidad de estar en conexión, de conectar con la realidad de la pérdida, con los recuerdos…. Y aparecen los rituales. Sentir la ausencia a través del recuerdo. La persona empieza a estar preparada para hablar de los asuntos pendientes y de la importancia de la pérdida. Es importante la escucha incondicional del entorno.
• Crecimiento y transformación.
Pasado un tiempo en el que la persona va aceptando la realidad de la pérdida sufrida, gracias a las estrategias de afrontamiento puestas en marcha, empieza a haber una reorganización del mundo interno con relación al ser querido, a uno mismo y con quienes le rodean, y pueden aparecer cambios en los valores y prioridades. Poco a poco, la persona va adaptándose a un medio en el que la persona fallecida está ausente, en algunos casos asumiendo roles distintos, desarrollando habilidades que desconocía y que pueden fortalecer y elevar su propia estima. Todo su mundo externo e interno va adquiriendo un nuevo sentido, siendo diferente para cada persona. El duelo adaptativo es aquel donde la persona evoluciona y consigue integrar nuevos valores en su vida, y le permite alcanzar lo que se llama el “Yo reconstruido”.
Así, ser capaz de recolocar emocionalmente al fallecido y continuar viviendo sería el último elemento necesario para afrontar adaptativamente el proceso de duelo. No se trata de olvidar a la persona fallecida sino recordarla de una manera positiva sin la intensidad del dolor inicial, si bien cierta tristeza es inevitable. DE
3.- DUELO Y CORONAVIRUS.
Estamos viviendo una situación inédita, y eso añade matices al tipo de duelo que van a vivir las personas que están sufriendo la pérdida de uno o varios seres queridos estos días. Sufrir la muerte de un familiar por coronavirus resulta especialmente doloroso para los familiares del fallecido, debido a las estrictas medidas de seguridad sanitaria que marca el Ministerio de Sanidad y que están recogidas en el Procedimiento para el manejo de cadáveres de casos de COVID-19.
En estos casos tenemos que prestar especial atención a esos matices, como el sentimiento de impotencia y/o de culpa, que pueden desarrollar los familiares que no han podido despedirse de su ser querido, afectado por el virus, o tienen que hacerlo desde casa, por lo que no pueden acompañarlo en su proceso de enfermedad y muerte, existiendo una carencia de constatación de la muerte, que hace mucho más complicado ir elaborando esa primera fase del duelo, que es asumir la realidad de la pérdida y salir de la etapa de shock y negación.
Las familias que pierden a un familiar o a varios por este virus, sufren además otras pérdidas de forma simultánea o en un breve período de tiempo, como la pérdida de su propia salud si han estado o están infectados, hasta la pérdida de su libertad de movimiento o circulación si están bajo situación de aislamiento hospitalario o de confinamiento en el hogar.
La situación de confinamiento, la falta de contacto físico (no olvidemos que culturalmente somos una sociedad que emplea y se refugia en el contacto físico), no poder acudir a funerales, entierros, ritos… son factores que pueden aumentar el sentimiento de impotencia, desesperanza, y añaden más dolor a estas pérdidas, caracterizado por una vivencia de saturación psicológica y emocional, y por un gran sentimiento de indefensión, ya que la despedida y el acompañamiento en la muerte, que tanto facilita el proceso de duelo, no pueden verse realizados. En muchos casos, las personas que no han podido ver a su ser querido fallecido por encontrarse lejos o confinados, pueden experimentar una especie de lo que llamamos duelo ambiguo. El duelo ambiguo es aquel en el que no hay presencia del cuerpo físico de la persona fallecida o una constatación real de su existencia (personas desaparecidas y dadas por muertas como, por ejemplo, en naufragios o desaparecidos en otros países…), por lo que los familiares no pueden cumplir con los rituales de despedida, apareciendo con frecuencia preguntas recurrentes acerca de la situación de esa persona, del tipo: ”¿realmente estará muerta?”, “¿y si ha sido un error?”
En general, en este tipo de duelos, existe una actitud de negación ante la muerte, donde se mantiene de algún modo la esperanza del regreso de la persona, pero al mismo tiempo esta situación provoca una gran incertidumbre, un gran estrés a todos los niveles, que puede desembocar en un duelo complicado o patológico.
3.1 CARACTERÍSTICAS DE ESTE TIPO DE DUELOS.
Son varios los factores y variables que pueden dificultar este proceso de duelo, pasemos a describirlos de manera breve:
1. Forma de morir: Aceptamos de manera diferente una muerte natural a una muerte inesperada y/o imprevista, donde además el acompañamiento y la presencia física no ha sido posible, ni en la evolución de la enfermedad ni en el momento del fallecimiento.
2. Ausencia de rituales de despedida: Sentimientos de impotencia, de culpa por no haber podido estar presente en los ritos fúnebres o despedida, bien por la propia enfermedad o por el estado de confinamiento social impuesto por las autoridades.
3. Participación en los cuidados: Si el familiar ha estado muy implicado en los cuidados es posible que aparezcan sentimientos de culpa por no haber hecho lo suficiente, por considerarse fuente del contagio, por no haber acompañado al fallecido en sus últimos momentos, incluso en algunos casos por haber ingresado a su familiar en una residencia, no haber ido más a visitarlo, o incluso por la posibilidad de haber ocasionado el contagio al ir a visitarlo…La persona queda atrapada, “secuestrada” en ese cúmulo de emociones.
4. Falta de apoyo social o familiar: Es importante el apoyo del entorno, la falta de apoyo puede suponer un incremento del sufrimiento.
5. Pérdidas múltiples en el tiempo: Si ha habido otras pérdidas de familiares o personas de su entorno, cercanas en el tiempo, es posible que la intensidad de las emociones y sentimientos sea mayor, y que se den pensamientos derrotistas, de desesperanza, de impotencia y falta de control de las situaciones.
6. Crisis concurrentes: Problemas socioeconómicos, conflictos laborales... que se producen al mismo tiempo que la crisis sanitaria y aumentan el malestar e incertidumbre.
Otros aspectos que pueden estar presentes:
Otros problemas que pueden surgir:
3.2 RECOMENDACIONES ANTE ESTE TIPO DE DUELO.
Como vemos, el duelo es un proceso cuyo objetivo es la adaptación individual de cada persona a la nueva situación, por lo cual las estrategias deben ir dirigidas a la idiosincrasia y contexto de las mismas.
¿Cómo me siento?
¿Cómo me enfrento a esta situación?
Una vez pasada esta crisis sanitaria…
Sería recomendable llevar a cabo, por parte de las familias, actos formales o ceremonias especiales para despedir al fallecido, rodeado de todos los suyos, para evitar que el sufrimiento quede instalado en el interior de cada afectado, condicionando de forma muy negativa la sana elaboración del duelo. La realización de los rituales que establece la cultura comunitaria es parte integral del proceso de recuperación de los sobrevivientes. Por ello, es muy aconsejable hacer un proceso de despedida del ser querido para evitar un duelo complicado, es decir, aquel que no evoluciona de “forma natural” y se transforma en patológico.
¿Cuándo pedir ayuda a profesionales de salud mental?
Debemos contemplar la posibilidad de pedir o tener ayuda profesional, si pasado el tiempo (dos o tres meses) se percibe a sí mismo estancado en su situación y/o con malestar muy intenso. No dude en hacerlo si se observa en alguna de estas situaciones:
4.- CONCLUSIÓN
La conclusión fundamental de todo lo expuesto, es la importancia del apoyo social de familiares y amigos, que le proporcionen la distracción necesaria para salir de esa concentración en sí mismo y su dolor, aunque sea por breves periodos de tiempo. Este apoyo es necesario que se mantenga en el tiempo, no sólo los primeros días. Si bien por las circunstancias de la situación no podemos visitar a familiares, en su lugar podemos utilizar medios tecnológicos para mantener ese contacto como el teléfono, correo electrónico, videollamadas, redes sociales, etc. La carencia además de otras actividades distractoras, como acudir al trabajo o afrontar los problemas cotidianos, provoca que el tiempo quede parado en el momento de la pérdida, impidiendo avanzar en la elaboración del duelo, de ahí la importancia de tener en cuenta todo lo expuesto anteriormente.