FORMACIÓN

Cada vez son más los clínicos y sanitarios que tienen interés en adentrarse en la puesta en marcha de proyectos de investigación aplicada. Muchos de ellos, trabajan en centros sanitarios donde disponen de un buen número de pacientes o de terapias en grupo. Muchos de ellos, además, muestran cada vez un mayor interés en conocer el grado de eficacia que tienen sus intervenciones terapéuticas, en generar bancos de datos para poder realizar publicaciones futuras de la atención psicoterapéuticas que realizan desde su centro, o bien conocer si las intervenciones que están realizando están basadas en la evidencia científica.
Bajo este panorama, se entiende que la mayor parte de los clínicos y sanitarios desconocen el método científico y la metodología propia de la investigación aplicada, lógicamente, como resultado de su actividad profesional únicamente clínica.
Además, recientemente, se ha producido una creciente aparición y con gran calado de terapias alternativas, muchas de ellas no basadas en la evidencia. A su vez, los términos de “pseudociencias” y “pseudoterapias” han hecho una importante mella en la sociedad habiendo generado gran confusión, incluso entre los profesionales, sobre lo que es o no es terapia psicológica. Lamentablemente, en algunos listados de dichas “pseudociencias” se han incorporado algunas terapias que, aun contando con amplio respaldo clínico, e incluso científico, se han visto afectadas por esta alarma social generada. Las políticas públicas se han hecho eco del impacto negativo que tiene la falta de regulación de las llamadas “pseudoterapias”, que adolecen de respaldo empírico de su eficacia. Dentro de este panorama, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades han puesto en marcha la elaboración de un Real Decreto bajo el “Plan para la protección de la salud frente a las Pseudoterapias” donde pretende regularse la actividad sanitaria ejercida en numerosos centros de terapias alternativas.
Ante esta situación, y analizando el contexto profesional de la psicología nacional, puede garantizarse que existen numerosos recursos de asistencia psicológica en nuestro país de calidad terapéutica incuestionable, pero que, sin embargo, gran parte de ellos carecen de un enfoque científico, que dé lugar a la propuesta de evaluaciones e intervenciones psicológicas basadas en la evidencia empírica.